la supercomputación está a la orden del día. Cada vez son más los gobiernos que invierten en esta nueva forma de investigación y procesamiento de datos. Y es que como dicen los científicos a día de hoy “quien no computa, no compite”. Esta tecnología ha ido avanzando progresivamente, pasando del megaflop al gigaflop, después al teraflop, y de ahí al petaflop. La próxima parada será el exaflop y, la última, hasta el momento, el zettaflop.
Un síntoma de crecimiento
A pesar de que Brasil es el país con los supercomputadores más potentes de Latinoamérica, México “no quiere quedarse muy rezagado en esta carrera”, apunta Humberto Salazar, de la BUAP.
El Laboratorio Nacional de Supercómputo, alojado en primer lugar en un data center de 40 m2, ya se encuentra en su destino final, un centro de datos nuevo de 32 m2. “Nuestra idea es llevar el nivel de certificación al centro de datos antiguo para tener un área total de más de 70 m2”, señala Humberto Salazar.
Pero esto no acaba aquí. Una vez que los investigadores estén aprovechando todo el equipo, “nuestro gran proyecto será atender la demanda del sector industrial, y del gobierno, con la intención de ahorrar para la siguiente compra”, afirma.
Así, en un máximo de tres o cuatro años, la universidad pretende llegar al petaflop, por lo que se está planificando construir un centro de datos de 200 m2, que sustituirá al actual. “Todo ello gracias a un plan de negocios y recuperación de inversión bien consolidado para que el equipo esté permanentemente actualizado”, añadía.
Europa también está apostando por la supercomputación latinoamericana. La Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) ha donado equipos de alta tecnología, valorados en dos millones de dólares, a la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach) en México para su nuevo Laboratorio Regional de Cómputo de Alto Desempeño. Esta donación ha consistido en 384 servidores para equipos de cómputo, 26 racks 42 U y 24 switches capa 3. Una vez instalado, el equipo, de 12 toneladas de peso, tendrá capacidad de 901 terabytes de almacenamiento, 740 procesadores y 2.960 núcleos de procesamiento.
La refrigeración por agua
El data center se convierte aquí en el principal aliado de los supercomputadores. Estas máquinas producen ambientes muy densos debido a que tienen un mayor número de procesadores en menor espacio, generando muchísima calor, por lo que se hace necesaria más capacidad de enfriamiento.
Leftraru se encuentra alojado en un data center de 100 m2, al lado de su hermano mayor, el antiguo supercomputador de la Universidad de Chile. Con un 30% de capacidad libre, lo que hace especial a este centro de datos es su sistema de refrigeración.
“Los dos racks donde están los nodos de cómputo están enfriados por agua. Estos armarios reciben unos 90 litros de agua por minuto a unos 10ºC. Con esto se consigue mantener la temperatura dentro del rack a unos 20ºC, funcionando a plena carga. Esto nos permite subir incluso la frecuencia de los procesadores y que funcionen perfectamente, con una temperatura baja y óptima”, explica Guerrero.
Una preocupación latente
Aunque el imperativo de estos supercomputadores es la potencia que ofrecen, cada vez es más la preocupación que existe para conseguir una mayor eficiencia energética. Tanto es así que, paralelo a la lista del Top500, surge la lista del Green500, que engloba la clasificación de las supercomputadoras desde el punto de vista de la eficiencia energética. Esta lista analiza la capacidad de cómputo que puede realizar un ordenador por cada vatio consumido.
Ejemplo de ello es la BUAP, cuyo supercomputador consume 19 kW/racks. Leftraru tampoco se queda atrás ya que según el test Linpack, “tenemos 44 teraflops de los casi 46 que podíamos obtener. Esto se produce por la eficiencia del supercomputador que, gracias a la refrigeración por agua, podemos aumentar un poco la frecuencia de los procesadores, obteniendo una eficiencia del clúster cercana al 100%”, señala Ginés.
La preocupación por la sostenibilidad se extiende también a los data centers. Según Eduardo Vera, la Patagonia chilena tiene unas “condiciones excepcionales” para conseguir energía a bajos costes. “Hay temperaturas muy frías que son tremendamente importantes para que el costo de refrigeración de los clúster de supercomputación sea más bajo. Hemos estado proponiendo al gobierno y descubriendo una zona donde se podría crear una industria bastante verde”, explica.
Fuente: DatacenterDynamics